Publicado el 22/Mayo/2013 | 00:04
No represento a nadie, pero no callo
Antonio Rodríguez Vincens recogió sus columnas de opinión en un
libro: ‘No son tiempos de callar’, de Paradiso Editores. Ahí expresa su
desesperanza por un país que ha optado por el silencio.
La entrevista
Por: José Hernández
Director Adjunto
Recopilar los textos que cada semana escribe, da cuenta de un trabajo de alguien que predica en el desierto.
Sí, es como decía Bolívar: arar en el mar. Siento en determinados
círculos que son obviamente minoritarios una respuesta muy favorable,
productiva. Pero fuera de esto, el silencio, la indiferencia. Más aún
en un país donde el debate paulatinamente ha ido desapareciendo, donde
no hay intercambio de ideas. Siento que aro en el mar. Pero creo que
tenemos la obligación de expresar nuestro criterio, más aún cuando, por
lo menos desde mi punto de vista, tengo conciencia de que el país no
está enrumbándose adecuadamente.
El Gobierno pudiera decir que, justamente, no tiene impacto lo que
escribe o siente este relativo silencio porque usted se equivoca. Usted
haría parte de lo que era el país y ya no es.
Tal vez recogiendo alguna opinión de Ortega yo sostengo que, tanto
Correa como su Régimen, son el resultado de las características de
nuestra sociedad. El problema no está solo en quién gobierna sino
fundamentalmente en nuestra sociedad: carece de cultura jurídica y por
eso es que acepta con absoluta indiferencia la permanente, constante
violación de la Constitución y las leyes. Nuestra sociedad carece de
una visión ética de la vida y más aún de la política y por eso acepta
un Régimen que, en mi criterio, es corrupto y que se ha negado a
fiscalizar. Donde tenemos que trabajar es en nuestra sociedad más que
combatir al régimen.
¿A quién le endosa ese vacío de cultura jurídica o de referentes éticos en lo público?
Todos somos responsables de una u otra forma. Obviamente que el régimen
político, no de ahora sino de siempre, ha tenido una responsabilidad
enorme porque no se ha sabido inculcar desde el poder principios
fundamentales que deberían guiar una sociedad respetuosa de los demás,
respetuosa de las normas constitucionales y las leyes, honesta y
auténticamente democrática.
Hay muchos que sostienen que en el Ecuador penosamente estamos
acostumbrados a regímenes autoritarios. La energía gubernamental, la
imposición de disciplinas son necesarias pero no hay que confundir
energía y disciplina con atropello y abuso, que es lo que estamos
viviendo.
La recopilación de mis artículos no es más que eso: recoger un
testimonio personal para difundirlo, no necesariamente ahora, sino para
el futuro frente a la mentira oficial. Libros como el mío o como el de
Oswaldo Hurtado o como el de El Universo indiscutiblemente van dejando
un testimonio.
Si Correa es un resultado, lo es de las deficiencias de las élites que debieron serlo y nunca lo fueron.
Nunca lo fueron. No existen, fracasaron, no tenemos élites. Son élites
que fracasaron y que terminaron, por su fracaso, destruyéndose. Y este
vacío ha sido ocupado por la Revolución Ciudadana con todos sus
defectos, con sus atropellos con todos sus abusos, con su corrupción,
con su control y destrucción de las instituciones. ¿Cómo
puede ser posible que un pueblo se dé cuenta de que se ha acusado al
candidato a vicepresidente de la República de haber plagiado su tesis y
sin embargo vota por ese candidato?
Usted dice que está dejando un testimonio. No es un Yo acuso, es un Yo no estoy de acuerdo.
No estoy de acuerdo. Pero sí se combate al régimen porque al decir la
verdad y al contrastar nuestra verdad, que puede ser equivocada contra
la verdad oficial que para mí es mentira oficial, indiscutiblemente lo
estamos combatiendo. Pero creo que hay que ir más allá. Creo que hay
que ir creando conciencia dentro de los ecuatorianos, entre los
ciudadanos para reorientar la vida social en el país y, como
consecuencia, la vida pública.
Está usted hablando de una tarea de generaciones.
De acuerdo, es una tarea que va más allá del Régimen de Correa porque
lo que realmente interesa es construir un país diferente para el
futuro. No sacamos nada con que se vaya Correa y que vuelva un régimen
similar o de iguales características. Y mientras no cambiemos nuestra
forma de ver la política, de actuar en la vida privada y esto se
refleje después en la vida pública probablemente vamos a seguir yendo
de tumbo en tumbo.
¿Usted se siente como un intelectual, como una conciencia, como
un referente moral? ¿Cómo se ve? ¿Escribe desde la soledad de una
persona que no representa a nadie?
Sí, yo no represento a nadie. Pero soy un hombre que tengo la entereza
suficiente para decir su verdad y para expresarla sin temores y sin
favores para nadie. Mi testimonio es un testimonio personal. No quiero
representar a nadie, no creo representar a los ecuatorianos ni al
pueblo como se dice. Simplemente expreso mi criterio y lo hago público
en una especie de diálogo con los ecuatorianos que posiblemente no
tiene respuesta porque paulatinamente se ha ido eliminando el diálogo
en el Ecuador. Recuerdo que al principio del Régimen de Correa tenía
numerosísimas invitaciones a radio, a la televisión y a universidades y
colegios profesionales. Siento que cada vez se van cerrando las
puertas. Ya nunca me invitan a la televisión y cada vez me invitan
menos en las radios. Se ha eliminado el debate, el diálogo y en una
sociedad sin diálogo, sin intercambio de opiniones e ideas, se va
imponiendo una verdad que se cree es la oficial y eso es lamentable.
¿Se siente usted un hombre progresista? ¿Desde qué orilla
espera usted debatir? Porque el oficialismo le diría que usted plantea
cosas que la gente no quiere oír?
¿Qué es lo que quiere oír la gente?
Al Presidente. Él es popular. Ganó en primera vuelta. Tiene 100
asambleístas y todos los poderes. Lo que ha querido, lo ha hecho.
Comenzamos por la elección. ¿Fue
justa, equilibrada, todos los candidatos tuvieron las mismas opciones
de expresar sus ideas? ¿Las condiciones en las que se obtuvo ese
abrumador triunfo son equitativas, son justas, son honestas, son libres?
Evidentemente no. Segundo: personalmente siempre he sido calificado
como hombre progresista. Y desde ese punto de vista hablo para el
futuro, no para el pasado. Cuando gobernaba Lucio Gutiérrez, me
encontraba con quienes gobiernan ahora Correa en las calles o en los
sitios de debate y condenábamos la violación constitucional. Éramos
progresistas. Llega el Gobierno de Correa y yo sigo en la misma
posición: sigo condenando la violación constitucional por la que me
calificaban de progresista. Pero los progresistas que estaban a mi lado
y ahora están en el Régimen y violan la Constitución y atropellan.
¿Quién es el coherente? ¿Quién ha traicionado sus principios? La respuesta es evidente.
Cuando ve usted que el país vota masivamente por el presidente, masivamente acepta lo que usted condena, ¿qué piensa del país?
Puede ser que vaya a ser una afirmación que no suene democrática, pero
la mayoría no siempre tiene la razón. La mayoría no siempre es
reflexiva. Hay muchísimos casos que muestran que la mayoría estaba
equivocada y que las minorías conscientes, críticas, son las que tenían
la razón. Eso lo va a demostrar el tiempo. Creer que la única
posibilidad de legitimación es el respaldo mayoritario es equivocarse.
Y cuando se dice que el país con tantas agendas atrasadas, con tantas
deficiencias ve con satisfacción que se hace obra pública, política
educativa y de salud, ¿cuál es su reflexión?
Todo gobierno tiene la obligación de hacer obra. Y si es un gobierno
que ha tenido primero, el tiempo; segundo, los recursos que no tuvieron
otros, es evidente que hay que esperar que haga más obra que los otros. Pero cómo se ha hecho esa obra?
Con un dispendio irresponsable de los recursos nacionales y sin la
transparencia adecuada. Pero de tanta trascendencia o más trascendencia
que la carretera es el respeto, por ejemplo, a las normas
constitucionales y legalizar el sistema jurídico. No habrá igualmente
ninguna reforma fundamental en la administración de justicia mientras
no tenga dos garantías fundamentales: la independencia y la autonomía.
La Función Judicial no es autónoma y no es independiente. El caso de El
Universo es un ejemplo y hay otros casos que puedo mencionar.
Si usted habla de un gran silencio es porque hay muchas personas que
callan. Muchos están haciendo buenos negocios. Otros hasta en las
academias se han refugiado en sus estudios. ¿Tiene alguna explicación para ese gran silencio del cual usted habla?
A nivel de empresarios no podemos hablar mucho porque evidentemente
ellos tienen un objetivo: que sus negocios tengan éxito. Pero hay otros
sectores de la sociedad que deberían manifestarse. Las universidades
debieran establecer un debate. No propongo que salgan a las calles y
hagan política, pero que sí sean centro de debate, de discusión de
ideas. Cuando se atropellaban en regímenes anteriores los Derechos
Humanos, había protesta, denuncia, reclamos. Ahora hay silencio. Se ha
atropellado a la mujer en varias oportunidades, sin embargo no han sido
capaces de expresar su protesta. ¿Dónde están los intelectuales que expresan su opinión, su criterio?
Antes por cualquier cosa reclamaban. Ahora veo que el actual presidente
de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, a quien aprecio y respeto, en
lugar de reclamar por los derechos legítimos al financiamiento de la
cultura y de la Casa de la Cultura, manda una carta mendicante al
Presidente para no ser respondido.
¿Cuál es para usted el camino?
No es aceptar con resignación lo que está pasando y punto. El camino es
el debate, la discusión, expresar abiertamente y sin temor nuestras
opiniones. En esos grupos también hay grupos que tienen miedo. Saben
que es un Régimen autoritario, saben que utiliza la función judicial
como mecanismo, como instrumento de represión y tienen miedo.
Usted describe un panorama desolador. La soledad relativa que siente, ¿lo ha mermado?
Hace pensar, hace reflexionar pero creo que la respuesta y el resultado
a esa reflexión es que hay que seguir luchando, que hay que seguir
trabajando, que hay que seguir buscando el diálogo, que hay que seguir
buscando la reflexión y que hay que seguir construyendo, pensando en
construir el futuro. No un futuro en que la ley no exista, donde las
instituciones estén sometidas, donde solo haya una verdad y no haya la
pluralidad, donde no tengamos elecciones libres, donde no tengamos
instituciones independientes y autónomas, no, es justamente lo
contrario.
¿Su libro es una botella botada al mar?
O es una simple gota en el mar, pero no importa. La gota de agua
persistente termina haciendo un hueco en la roca. Y eso es no desmayar,
no decepcionarse. No creo que es el éxito lo que justifica la vida. Lo
que la justifica es por qué y cómo luchamos.
¿Una actitud?
Sí, una actitud.
El personaje
Antonio Rodríguez Vincens es jurista, hombre de letras y periodista.
Lector inveterado, es autor de un libro sobre El Quijote. Semanalmente
publica sus opiniones políticas en una columna en El Comercio.